El objetivo inicial del día era el barranco del Sorrosal, pero después de una noche de tormenta, con truenos y gran cantidad de agua, decidimos volver a ver la cascada de Sorrosal (la que la tarde anterior iba genial) para verificar lo que nos temíamos, era imposible hacer el barranco del Sorrosal pues la poza colgaba escupía mucha agua.
Como nunca faltan
planes, qué mejor que dar un buen pateo en busca de la Boca de T1
(travesía programada para el día siguiente) y aprovechar para dejar algo
de logística arriba y no ir así tan cargados la mañana siguiente. De
esta manera le dábamos tiempo a los barrancos a desaguar.
Buscada la boca,
volvimos a Broto para comprobar que el Sorrosal seguía imposible aunque
su caudal había disminuido casi dos terceras partes. Como alternativa,
nos decantamos por la Garganta de las Gloces. Llegamos a la localidad de
Fanlo y aparcamos el coche en el cruce de la misma.
Justo enfrente sale un camino descendente que es el que nos lleva hasta el barranco en poco menos de veinte minutos.
En
cuento divisamos el cauce del río, vimos que no bajaba mucha gua, por
no decir que casi no la había. Sin embargo, el barranco se encajona y el
caudal aumenta. Cuál fue nuestra sorpresa, una vez dentro del barranco,
cuando notamos el agua caliente en comparación con la de otros.
Éste es un
barranco pequeño pero de gran interés por su composición morfológica. El
barranco se compone de varios rápeles que necesitan instalación, los
demás se pueden hacer perfectamente mediante saltos o destrepes.
Sin
darnos cuenta fuimos avanzando, disfrutando de las preciosidades del
barranco, hasta que entramos en un pasillo muy estrecho donde apenas
entra la luz (parecíamos estar dentro de una cueva).
Atravesado el
pasillo, aparecen de nuevo los rayos de sol, y mirando hacia atrás
podemos recrearnos con la maravillosa estampa que forman las paredes
llenas de musgo y helechos. Qué pena que vuelva la luz ya que el
barranco vuelve a su ser y pronto finaliza.
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